Desde la elección del presidente estadounidense Trump, hay indicios de un posible cambio en las relaciones entre Estados Unidos y China. A pesar de las tensas relaciones bilaterales al final de su primer mandato y durante la administración Biden, Trump ya ha mostrado su voluntad de restablecer la relación. En su primer día en el cargo sugirió que las tensiones con Pekín podrían resolverse mediante la negociación, indicando que podría suavizar las restricciones a las empresas chinas y buscar nuevos acuerdos comerciales. .
La retórica ha sido dura con China y podría permitir a Estados Unidos, como uno de los principales financiadores de INTERPOL, presionar a la organización para que se muestre más vigilante frente a la manipulación china. Sin embargo, las acciones recientes cuentan una historia diferente. A reciente vuelo de deportación el 6 de enero de 2025, fue el quinto vuelo de expulsión a gran escala a China en menos de siete meses. Esta cooperación en materia de expulsiones pone de manifiesto un importante compromiso diplomático con China sin una acción significativa en materia de derechos humanos.
Esta paradoja pone de relieve una tendencia preocupante: naciones democráticas que se alinean con regímenes autoritarios en cuestiones de interés mutuo, incluso a costa de los derechos humanos. En el Reino Unido, el Canciller ha declarado recientemente saludó su viaje a Pekín para aumentar la actividad económica, mientras el gobierno británico se limita a hablar de boquilla de los problemas de derechos humanos en China.
These developments make it more urgent than ever to examine how the Chinese Communist Party (CCP) has weaponized international law enforcement mechanisms, particularly Interpol, to target political dissidents, human rights defenders, and critics of its regime. This strategy represents a profound and systemic threat to international law enforcement. The exploitation is emblematic of China’s broader strategy of transnational repression – sophisticated, far-reaching, and deeply troubling.
Si no se controla, esta tendencia podría erosionar el sistema mundial de asilo y disuadir a los refugiados políticos de buscar refugio en países democráticos. También complica los esfuerzos por cuestionar los abusos del PCCh dentro de las instituciones internacionales, ya que los regímenes autoritarios pueden señalar estas acciones para desviar las críticas y reclamar legitimidad para sus prácticas opresivas. A medida que China amplía su influencia sobre las instituciones internacionales, los Estados democráticos como Estados Unidos deben buscar cuidadosamente el equilibrio entre la realpolitik y los principios que dicen defender.