Bill Browder, activista de derechos humanos y fuerza motriz de la campaña internacional Magnitsky, fue objeto de múltiples solicitudes de notificación roja a instancias del presidente ruso Vladimir Putin, lo que significa que cada vez que cruzaba una frontera corría el riesgo de ser interrogado en el mejor de los casos, o detenido en el peor.
El año pasado, Ahmed Jaafar Mohamed Ali, disidente bahraní, fue extraditado ilegalmente a su país tras ser detenido como consecuencia directa de una notificación roja de Interpol emitida contra él.
Rusia es el país que con más frecuencia abusa de las difusiones rojas de Interpol, pues hace tiempo que se dio cuenta de que el sistema representaba una forma perfecta de ampliar su alcance mundial.
Para poner las cosas en contexto, Rusia tiene menos del 2% de la población mundial, pero es responsable de unos 38% de todas las notificaciones rojas emitidas.
Otros regímenes autocráticos, especialmente China, están siguiendo los pasos de Rusia.
Aunque el número de notificaciones rojas chinas está muy por detrás del total ruso, China utiliza cada vez más el sistema de notificaciones rojas como parte de su siniestro programa de "persuasión para el retorno" y como parte de un programa mucho más amplio de represión transnacional.
La política de persuasión para el retorno es profundamente engañosa. Opositores y disidentes en el extranjero se encuentran a menudo con la noticia de que sus parientes en China han sido detenidos o de que los bienes de su familia han sido embargados.
Si estas tácticas son insuficientes, una solicitud de notificación roja puede añadir presión adicional.