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Foto: Wesley Tingey vía Unsplash

Rusia se plantea salir de Interpol [1] probablemente en respuesta a las quejas de otros Estados miembros y a posibles sanciones. [2] plantea importantes interrogantes sobre el futuro panorama del sistema de notificaciones rojas.

El sistema de notificaciones rojas se ha visto empañado por el historial de abusos cometidos por Rusia en los últimos años. Como hemos documentado ampliamente, el historial de Moscú en el uso de esta herramienta va más allá de la persecución de delincuentes y se extiende al ámbito de la persecución política. Las autoridades rusas han sido acusadas en repetidas ocasiones de emitir notificaciones rojas como medio para perseguir y silenciar a disidentes, activistas y críticos que han buscado refugio en el extranjero.

La posible marcha de Rusia, aunque sin duda causará noches de insomnio en la sede de Interpol, puede considerarse con cautela como un paso positivo, en particular para abordar el antiguo problema del uso indebido de las difusiones rojas. El papel de Rusia en Interpol ha sido durante mucho tiempo un arma de doble filo; si bien puede ser agradable tenerlos dentro de la gran carpa de Interpol, el uso indebido por parte de Rusia del sistema de difusiones rojas con fines políticos ha dañado seriamente la credibilidad. Así pues, una salida rusa conllevará casi con toda seguridad una reducción de la explotación de este sistema, lo que es de esperar que contribuya en cierta medida a mejorar su integridad.

Sin embargo, un Rexit de Interpol, aunque tal vez alivie algunas preocupaciones sobre el abuso del sistema de notificaciones rojas, no resolverá los problemas subyacentes. La presencia de otros países como China, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos, famosos por abusos similares, significa que el problema dista mucho de limitarse únicamente a Rusia. Estos países también han aprovechado las notificaciones rojas para perseguir a disidentes políticos y reprimir la libertad de expresión, convirtiendo lo que debería ser un instrumento de justicia internacional en un medio de coacción política. Este problema persistente pone de manifiesto un fallo sistémico de Interpol: la falta de mecanismos reguladores eficaces para prevenir tales abusos. La organización se enfrenta al reto de garantizar que su poderosa herramienta no sea secuestrada por los Estados miembros para sus agendas políticas, comprometiendo su misión y la confianza depositada en ella por la comunidad mundial.

La posible salida de Rusia de Interpol subraya la urgente necesidad de una reforma integral de la organización. Es una llamada de atención para que se lleve a cabo una revisión a fondo del sistema, exigiendo una mayor transparencia, imparcialidad y responsabilidad. Interpol debe reforzar sus controles y equilibrios, especialmente en la publicación y revisión de las difusiones rojas. Esto implica no sólo ajustes de procedimiento, sino un replanteamiento fundamental del funcionamiento de Interpol, que garantice que puede resistir las presiones geopolíticas y mantener su papel como herramienta de aplicación de la ley a escala mundial. La capacidad de la organización para adaptarse y reformarse ante estos retos será crucial para determinar su eficacia y credibilidad futuras. A medida que se desarrolla la situación, es imperativo que la comunidad internacional, especialmente las naciones democráticas dentro de Interpol, sigan de cerca y participen activamente en la configuración del camino a seguir.

[1]   https://www.jpost.com/international/article-781990

[2]   https://tass.com/politics/1670883  

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